La fundación de la ciudad de Buenos Aires y su crecimiento se impuso sobre el paisaje rioplatense. La trama urbana tapa sus arroyos y se extiende sin fin en todas las direcciones, hacia la pampa y hacia el rio. La cuenca del Plata es negada, contaminada y rellenada, sin embargo, es visible. Vivo sobre la cuenca del Medrano. Por las noches, la humedad que flota en el aire forma halos sobre las luces de la General Paz. Al llover, el agua de mi terraza escurre hacia la calle Roca, luego a un desagüe pluvial del municipio y eventualmente debería llegar al arroyo para mezclarse con el río. Las cuencas gritan en la inundación, están latentes en la humedad pegada en la piel, en la leve topografía pampeana y en la flora que brota entre las grietas del asfalto. Estas fotos son un ensayo sobre la ciudad y el paisaje que resiste.